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viernes, 28 de mayo de 2010

JAIME URCO




Este libro fue el ganador del premio de Creación Literaria de la Asociación Peruano Japonesa el año 1994. Lo encontré en uno de mis acostumbrados recorridos por libros viejos aquí en el cono sur. Jaime Urco, poeta nacido en Jauja, nos ofrece una serie de textos que se reunen bajo el nombre de "Poca luz en el bar y otros poemas". Desde el mismo les dejo con unos textos para su lectura. Espero os guste.






A UN HOMBRE NO LE CRECE HIERBA EN ZAPATOS Y CODOS






I


domingo por la tarde y rabio y entre dientes digo que no algo
déjenme el encargo nomás
ellos saben que estoy con el diablo encima
no me tocan
no me rozan
abro un libro y retomo lo que algunas borracheras me han
impedido terminar
leo más por olvidar mi memoria sola que por obligación
pienso que un hombre no debe dejarse crecer hierbas en
sus zapatos
no debe permitir el moho en su jardín y huesos
entonces me acuerdo de ti mi buena amiga ahora que te has ido
(Mariella,
ya no puedo levantar el fono y quedarnos en ver para
impedir que las malas artes me dejen tan sin vida
ahora el teléfono es otro aparato inservible
y la ciudad y sus miles de esquinas me ven con mi cara de
rata perdida)
leo echando mano a ojos olfato oído
porque al hombre que está con el diablo
no le crecen hierbas en los zapatos
y el día es nada
como el teléfono
como yo mismo
pero leo
no me dejo amedrentar aunque el dolor sea una barra
transparente clavada entre mis vísceras que nadie toca
pero que ahí reside comiéndose mi toda humanidad



METECO



La mujer que está sujeta a tu mano de pronto cae y cual
cristal barato se hace nada.
Tú la miras.
Ya no tienes nada que inventar,
suaves e indulgentes mentiras que impidan que la mar de la
joda se la coma con zapatos y penas toda.
La detienes en brazos.
Aciertas aún a tomar su nuca y llevarla a tu pecho. Y la vez
rodar.
Hondo,
extraña a tus brazos
y su llanto sacude tu índole fauna.
Lo sabes y no intentas nada.
No hay misericordia ni saña en tus gestos.
La escuchas hablar con pureza, con nobles y legítimos
sentimientos. Pero tú no puedes dar nada a ese
cuerpo que se hace barato y cae.
Fugazmente la admiras mientras a tus pies asoman sus
palabras para salvarte de esa pétrea nada con la que te
invistes.
Hembra buenísima desde lo más humano te alcanza su
vulnerable materia para que tú salgas de ese hoyo
donde no entra la bala enemigo ni amor.
El enemigo vive en casa, revelas y señalas tu flaco y
pequeño pecho.
Casi trastabillas, intentas equilibrio y tu cuerpo alcoholizado
es retenido por el aire de esa criatura que estás
matando,
pero tú sabes: nadie se muere de amor.
Nuevamente la agarras de los hombros y casi la ropas a tu
cara únicamente para que huela a tu fétido olor a
muerto y sepa que el muerto que tiene frente suyo no
es metáfora ni exceso de palabra.
Sin mala leche le das en las narices tu mortecino aroma
y piensas
uno de estos días
haré un ajuste de cuentas,
y todo será
la mar de rosas
la coca cola del desierto



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