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miércoles, 29 de septiembre de 2010

CECILIA PODESTA


Si tuvieramos que hablar de Cecilia, seguramente muchos hablaríamos primero de su editorial, Tranvías Editores, es sin lugar a dudas una de las empresas que mas se ha esmerado por el diseño de sus libros. todo esto gracias a la misma Cecilia, quien se encarga de realizar un trabajo artesanal y delicado en los libros. Además de trabajar con excelentes poetas, de la talla de Cisneros, Santivañez, De la Fuente, De Ramos, Zurita, entre otras voces consagradas y nóveles. Cecilia ha sabido escoger a sus autores y nos ha ofrecido libros de magnifica calidad en cuanto a las publicaciones que realiza con su editorial. Para algunos poder leer sus poemas es un poco difícil, debo confesar que estuve en busca de sus poemas y de un libro donde pudiera leerlos, puede ser que no haya buscado bien.

Ahora gracias a la gentileza de Cecilia Podestá y de un hermoso viaje junto a otros poetas al norte del País, exactamente a Chepén. Recibí de la misma Cecilia su libro "Fotografías escritas", un libro con mucho sentimiento, corazón y una historia increíble. Como ya se lo había dicho a la misma poeta, el poema que le escribió a su hermano, es mi favorito.



sé de un hombre capaz de extraviarse entre los ecos del subsuelo
(desciende por ellos para besar su propia boca en los labios de mujeres imaginarias)

su sombra lo ahoga en los tiernos vacíos de la memoria para caer entre las manos de los que conocen sus facciones difusas y repetidas formas... ciegos todos y pertenecientes a una legión de errantes.

y juega entre los abismos sin temor a la caída,
los llama de distintas formas porque desconoce sus nombres y el suyo también.

sé que se pierde entre los ecos de su voz al suelo, que juega como un niño que no se recuerda, pero no más

quisiera saber; que sabe de él como de la voz que crea los ecos tristes a los que desciende, que conoce la naturaleza del extravío en la que se pierde el equilibrio, que besa los labios de mujeres tan reales como él y que pueda caer entre sus propias manos sin depender de los ciegos o de su tacto arrogante y consolador.


PREGUNTAS NEGLIGENTES


me pregunto si podría caber en una palabra
al igual que mi cintura lo hace entre tus manos
y si es así,
nuevamente pregunto si la nombrarías
cuando tu cuello se alargue entre mis manos
y recibas de mi boca,
tu propia boca.

pregunto también si podrías caber en mis palabras
como lo haces en mi sexo
y si podrías hallarte en mí
como lo hacen los olores en el cuerpo.

tu sexo cabe en el mío
como tu lengua en mi boca
pero no cabemos los dos en un sólo nombre
o en imaginarios
tampoco en las más simples palabras.

somos dos animales sin madriguera
en un invierno de cuerpos helados
en el que no caben más preguntas.


1984


/fotografía de portada/la otra carne de mi madre.

íbamos por el concreto quebrado del patio como dentro de un cementerio que tomaba las paredes con moho y guardaba bicicletas olvidadas y viejas como a las estaciones, también portones apolillados por el sol y la tarde, olvidados.

sobre la nave sin nombre, de tres ruedas pequeñas y asientos de metal, conducían las manos más sucias de polvo de los juegos por la tarde, de tierra de hormigueros y cuentos sobre silenciosos campanarios.

y como dos extraños hasta que nuestra vida era parecida, que nuestra ropa era de la misma tela gastada de los sacones con botones y sonrisas gigantes y que ambos dormíamos escuchando la ruidosa máquina de coser que los transformaba.

éramos extraños hasta que nos tocaban las manos perfumadas en talco de la muchacha adulta y frágil que tenía los ojos iguales a los nuestros.

y pasando nuestro peso sobre viejas latas de café, mangueras agujereadas, el polvo sin barrer de la vieja casona frente a la plaza o sobre alguna hoja seca que crujía su locura y atropello; nos dábamos cuenta que podíamos recorrer el mundo y su pequeño desorden bajo la mirada de la muchacha con olor a leche en el seno y conduciendo nuestra gran nave de metal con pedales y llantas de goma, con olor a oxido y que se habría paso en esa pequeña jungla de cemento: ese patio que le daba color a nuestra edad, tan corta como nuestras piernas que no llegaban al suelo y que nos disolvía en una infancia, ahora guardada entre sonidos junto al óxido de nuestra vieja nave.


CECILIA PODESTÁ, publicó los libros de poesía Fotografías escritas, 2002 y La primera anunciación, 2006.

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